La Semana Santa que no se ve






La Semana Santa se la vive, —principalmente en Latinoamérica— con rasgos y características muy propias de cada región. En Bolivia existen muchas de esas tradiciones; tradiciones no oficiales que han sido preservadas gracias a familias y núcleos sociales privilegiados, que se precian de mantener una Semana Santa, que fácilmente, no se ve.

Una tradición que perdura pese al paso del tiempo es la realización del Preste del Señor del Santo Sepulcro junto a sus “estandartes”, que desde el siglo han “acompañado” a la Procesión del Santo Sepulcro en las Iglesias de San Sebastián, frente a la Plaza Alonso de Mendoza —en la zona de Churubamba— y El Rosario —de la calle Illampu—, con grandes cruces y unas elegantes urnas de cristal que guardan perlas y joyas de oro puro, muchas veces prestadas sin garantía por familiares y amistades del “pasante”, “Monumentos” que el tiempo y la falta de resguardo policial se han encargado de hacerlas desaparecer.

En la zona sur, la Iglesia del Señor de la Exaltación, de la zona de Obrajes, el Preste mantiene una costumbre parecida, que fue llevada e instaurada en sus inicios por las familias de carniceros, con la particularidad que quienes pasan esta festividad, preparan las enormes y pesadas “Andas” adornadas con flores que son elaboradas a mano con meses de anticipación.
Los "Estandartes" son elegidos por el Pasante Mayor, y su responsabilidad es la de atender a sus invitados. Pasada la Procesión del Santo Sepulcro, convidan a los parientes y amigos que han acompañado el cortejo, a sus hogares o salas de fiesta, para compartir un momento de camaradería, donde les servirán en largas mesas delicadamente adornadas, un banquete de “siete platos”, entre frutas de la estación, dulce empanadas y una "cervecita" negra.

El protocolo en estos actos exige vestir de luto estricto, así como de ofrecer a los convidados “tandas” de música sacra y fúnebre interpretada por la banda que acompañó la Procesión.

Como una curiosidad, la costumbre en esta clase de actos obliga a los asistentes, al finalizar el encuentro, a servirse delicadamente hasta el último bocado que quede sobre la mesa.

Estos Prestes de Semana Santa, si bien mantienen la congoja y respeto a través del luto riguroso el Viernes Santo, ofrecen, en la Fiesta del Domingo de Pascua un sonado festejo en honor al Cristo resucitado.

Otra tradición de estas fechas que se impone principalmente en el campo se refiere a “una licencia inocente” para hacer lo que no está permitido, en la seguridad de que el Señor, el tiempo que dura su sepultura, “no está viendo”. De ahí que los jóvenes se dedican a recoger los frutos de los árboles vecinos, con la venia cómplice de sus dueños, siempre y cuando este “pecadillo” no influya en gran manera a su economía.

Tantos estas como otras tradiciones locales de nuestra Semana Santa han perdurado en el tiempo, aunque sea junto con las nuevas modas y sabores que han inundado nuestras calles como los famosos huevos y conejos de chocolate.

Javier Escalier Orihuela